Cuando un líder me dijo que pensaba demasiado
—“Piensas demasiado.”
Así me dijo un CEO en voz baja, casi susurrando, después de una sesión de asesoría estratégica que yo estaba facilitando.
Al principio creí que era un cumplido disfrazado. Pero su tono no dejaba espacio a dudas. Era una advertencia.
La sesión había sido tensa. Estaban reunidos varios ejecutivos y les mostré los patrones ocultos en su organización, los puntos ciegos que saboteaban decisiones clave, los conflictos ignorados, la rigidez que asfixiaba la innovación. Les hablé de la complejidad como un sistema vivo. Pero el CEO no quería ver un sistema. Quería una solución rápida. Un plan en cinco pasos. Algo que pudiera controlar.
Lo que ese ejecutivo sentía no era ignorancia. Era miedo. Miedo a perder el control. Miedo a que su modelo de liderazgo ya no fuera suficiente.
He visto ese miedo muchas veces. En salas de juntas, en fundadoras brillantes, en equipos directivos. No es que no entiendan la complejidad. Es que fueron entrenados para negarla.
¿Por qué la complejidad nos asusta tanto?
Porque el modelo de liderazgo tradicional nos entrenó para ser máquinas de respuestas: rápidas, claras, decisivas.
Pero la complejidad no se deja controlar. No responde a planes lineales. Es cambiante, impredecible y exige otro tipo de liderazgo: uno que opera desde la conciencia, no desde el ego.
Ante la complejidad, la mayoría de líderes cae en tres respuestas automáticas:
1. Simplificación Tóxica
Reducen la complejidad a decisiones binarias: “esto o lo otro”, “sí o no”. Ignoran las capas del problema y aplican soluciones superficiales que no abordan (o incluso agravan) el fondo.
2. Parálisis Analítica
Se congelan frente a la avalancha de variables. Esperan el "dato faltante" o el "momento ideal". No actúan. Posponen las decisiones esperando que las cosas "se aclaren". Raras veces lo hacen.
3. Obsesión con el Control
Micromanejan. Imponen. Aprietan el puño en lugar de abrir la conversación. Terminan ahogando la inteligencia colectiva.
Estos mecanismos no resuelven la complejidad. La vuelven más peligrosa.
¿Cómo liderar desde la complejidad sin perderte en ella?
Liderar desde la complejidad no es una habilidad técnica, es una práctica integral. No se trata de dominar una herramienta más, sino de reconfigurar la forma en que entendemos el liderazgo, el poder y el control. Requiere una transformación interna que luego se refleja en la cultura y en los resultados organizacionales.
En mi programa de coaching "Liderazgo Sistémico para Tiempos Complejos", trabajamos precisamente esto. Porque la complejidad no es un obstáculo: es el terreno real donde ocurre el liderazgo transformador.
Estas son cinco claves que trabajamos en las primeras sesiones del programa para cultivar una Mente Indomable en contextos complejos:
1. Deja de buscar certezas. Empieza a buscar patrones.
En contextos complejos no hay una sola verdad. Hay múltiples perspectivas y fuerzas en juego. La búsqueda de la certeza paraliza; la observación de patrones empodera.
En la práctica: Cada vez que enfrentes un problema recurrente, detente y pregúntate: ¿qué se repite aquí? ¿Qué no cambia aunque yo actúe diferente? ¿Dónde hay retroalimentación invisible?
Esto lo trabajamos desde la primera sesión, donde usamos el mapa de complejidad organizacional para hacer visible lo invisible.
Una cliente, al ver por primera vez los patrones que afectaban a su equipo, me dijo: "Ahora entiendo por qué me frustro tanto. No se trata de cambiar personas, sino de cambiar dinámicas."
2. Piensa en sistemas, no en silos.
Los líderes acostumbrados a resolver “problemas de área” o “problemas de persona” suelen quedarse en la superficie. En cambio, pensar sistémicamente implica hacerse preguntas incómodas:
¿Cómo contribuye la cultura organizacional a este problema? ¿Qué normas no escritas lo perpetúan? ¿Qué incentivos inconscientes lo refuerzan?
En nuestras sesiones usamos herramientas de mapeo sistémico para descubrir lo que está debajo de la superficie. Trazamos relaciones, nodos de poder, patrones culturales y puntos ciegos.
Lo que parece un problema de bajo rendimiento muchas veces es un síntoma de una cultura que castiga el error o inhibe la autonomía.
3. Cambia control por influencia.
El control genera rigidez. La influencia permite adaptabilidad. Pero esto requiere madurez emocional y humildad intelectual. El liderazgo adaptativo no impone, diseña condiciones para que surja la solución más inteligente desde el sistema.
¿Cómo se diseña la influencia? Con escucha, confianza, contención emocional, y espacios donde las personas piensan mejor juntas.
Esta transición la acompañamos con ejercicios de liderazgo adaptativo en escenarios de incertidumbre. Practicamos cómo sostener procesos abiertos sin perder dirección ni propósito.
Liderar desde la influencia también significa renunciar a ser “la que tiene todas las respuestas” para convertirte en “la que hace las preguntas más poderosas”.
4. Actúa de forma adaptativa.
La complejidad exige experimentación estratégica. Esto no es improvisar: es diseñar pequeñas acciones como hipótesis, monitorear resultados y ajustar rápido. Es una lógica científica aplicada al liderazgo.
¿Tienes un conflicto interno? Diseña un experimento conversacional. ¿Un cuello de botella operativo? Cambia una variable y observa. ¿Un equipo desmotivado? Prueba un nuevo ritual de trabajo y evalúa su efecto.
Este principio lo integramos con herramientas de estrategia emergente y toma de decisiones iterativa. Entrenamos a líderes a pensar en términos de ciclos de aprendizaje, no de control de daños.
Una líder con la que trabajamos comenzó a tomar decisiones como experimentos. Cada acción era una hipótesis. El resultado: un equipo mucho más creativo y comprometido.
5. Regula tu sistema nervioso.
Este es el punto más subestimado y el más transformador. La mayoría de las reacciones disfuncionales frente a la complejidad no son racionales, son fisiológicas. Vienen de un sistema nervioso que se siente amenazado.
¿Micromanejas? Es posible que estés en modo hipervigilante. ¿Te congelas? Puede ser una respuesta de colapso. ¿Reaccionas con agresividad? Estás en modo defensa.
En el programa incluimos prácticas de autorregulación, respiración consciente, microdescansos estratégicos y reflexión somática. Porque liderar bien empieza por sostenerse bien.
Cuando tu cuerpo está en calma, tu mente puede ver. Y ver bien es el primer acto de liderazgo sistémico.
No es falta de estrategia. Es falta de mentalidad.
Volviendo al CEO que me acusó de pensar demasiado: al final no cambió. Rechazó el proceso. Quiso seguir creyendo que la complejidad era mi forma de sobre-complicar las cosas. Pero esa conversación me marcó. Me dejó claro que lo que enfrentamos no es una crisis de habilidades, sino una crisis de mentalidad.
Pero esta actitud y mentalidad no es generalizada. He visto muchas veces lo que pasa cuando una líder se atreve a soltar el control. Como Ana, directora de una ONG regional, que pasó de la parálisis a diseñar un sistema de decisiones compartidas que no solo resolvió el conflicto interno, sino que duplicó el compromiso del equipo.
Y por eso creé una metodología centrada en pensar sistémicamente, liderar con humildad y navegar la incertidumbre sin perder la claridad. No para complacer a líderes que quieren recetas, sino para acompañar a quienes están listas para transformar realidades complejas desde otro nivel de conciencia.
¿Estás liderando desde la claridad o desde el miedo?
La próxima vez que te sientas abrumada por la complejidad, recuerda: no estás fallando. Estás entrando al verdadero juego del liderazgo contemporáneo. Uno donde las reglas cambian, las certezas se deshacen, y lo más valioso no es tener el control, sino el coraje de moverte sin él.