Tu valor como líder no se mide por la cantidad de cosas que hacés sino por lo que hacés posible
Líderes Reales, Cambios Reales: Historias de Coaching desde el Terreno.
Una de mis clientas me buscó hace seis meses con un objetivo claro: “Necesito aprender a delegar mejor”. Su equipo había crecido, los proyectos se multiplicaban y su agenda era una bomba de tiempo a punto de estallar. “Estoy lista para soltar”, repetía. Pero sus acciones mostraban lo contrario.
A simple vista parecía un problema de organización. Pero bastó una sesión para ver que no lo era. No era un tema de técnicas de delegación ni de gestión del tiempo. El cuello de botella no era el equipo, era su sentido de identidad.
Había construido su carrera siendo la que todo lo resuelve. La mujer que salva el día, que corre para apagar fuegos, que no deja caer nada y que se “sacrifica por la causa”. Esa identidad, aplaudida y premiada por años, se le había vuelto una prisión. Y aunque racionalmente sabía que ya no podía (ni quería) seguir así, su subconsciente se resistía.
Su mente seguía operando bajo una lógica tan internalizada que ya parecía sentido común: “si no lo reviso yo, algo va a salir mal. Y si algo sale mal, es mi culpa”.
El contrato invisible
En coaching, cuando un patrón de comportamiento se sostiene con tanta fuerza emocional, suelo usar una herramienta que llamo El Contrato Invisible. Es un proceso para identificar las reglas internas —no dichas, no negociadas, no conscientes— que condicionan nuestras decisiones.
En su caso, encontramos cláusulas como:
“Una líder comprometida no se desconecta.”
“Si no me necesitan, pierdo relevancia.”
“Si alguien se equivoca, es porque no lo acompañé lo suficiente.”
“Ser buena líder significa estar disponible, todo el tiempo.”
Estas no eran solo creencias. Eran pactos emocionales con una versión anterior de sí misma, con una cultura de liderazgo basada en la omnipresencia y el sacrificio, y con un sistema que castiga el error pero glorifica el sobreesfuerzo.
Juntas empezamos a romper ese contrato.
El trabajo profundo: creencias, emociones y re-diseño sistémico
Una vez identificado el contrato, aplicamos thought work, una metodología creada por Brooke Castillo, que enseña a observar los pensamientos no como verdades sino como hipótesis a evaluar. Cada cláusula fue interrogada:
¿Esto es verdad?
¿Sigue siendo útil?
¿A qué versión de liderazgo sirve?
¿Qué costo tiene seguir creyendo en esto?
¿Cómo actuaría si no creyera que eso es verdad?
A medida que cuestionábamos esas creencias, también trabajábamos con herramientas emocionales para sostener la incomodidad de soltar el control: el vacío que se siente cuando nadie te pide opinión, el vértigo de no intervenir cuando ves que algo no está saliendo “perfecto”, la ansiedad de confiar en que el sistema puede funcionar sin tu supervisión constante.
Complementamos ese proceso con un re-diseño sistémico de su modelo de toma de decisiones. Creamos criterios claros sobre qué decisiones necesitaban realmente de su intervención y cuáles no y definimos nuevos indicadores de éxito que no dependieran de su presencia constante, sino de la capacidad del equipo para avanzar sin ella.
Tres meses después…
Su agenda se había aligerado notablemente. Pero eso no fue lo más importante.
Lo transformador fue que dejó de medir su valor por la cantidad de cosas que hacía y empezó a medirlo por lo que hacía posible.
Liberó tiempo para pensar, para diseñar el futuro, para anticipar escenarios y sostener a su equipo desde una presencia menos operativa y más estratégica.
Aprendió a usar su poder no para centralizar, sino para multiplicar. Para habilitar. Para abrir espacio. Para confiar.
Finalmente, dejó de temer perder relevancia porque entendió que el verdadero poder no está en lo que controla, sino en lo que cultiva.
¿Y vos?
En el modelo de liderazgo tradicional, se nos enseña que una buena líder es aquella que no deja caer nada. Que está siempre al tanto. Que revisa, aprueba, decide, coordina, resuelve.
Pero eso no es liderazgo. Eso es supervisión. O en muchos casos, control disfrazado de compromiso.
El liderazgo real no se trata de estar en todo, sino de hacer que las cosas ocurran… incluso cuando no estás. Es diseñar sistemas que no dependan de tu agotamiento. Equipos que piensen sin pedir permiso. Espacios donde las ideas no pasen por un embudo, sino que fluyan como un río.
¿Querés saber cuál es tu verdadero valor como líder? Preguntate:
¿Cuánto de lo que ocurre en mi organización es posible gracias a mí… pero sin mí?
¿Estoy diseñando un sistema que me hace indispensable… o que se expande gracias a mí?
¿Qué parte de mi identidad como líder necesita evolucionar para dejar de ser el centro y empezar a ser el catalizador?
Muy buen contenido. Por muchos años me identifiqué con el modelo de liderazgo tradicional. Poco a poco he identificado que estaba tratando de llenar la necesidad de sentirme reconocida y valorada. Sin embargo, ese high me duraba cada vez menos tiempo y el costo en mi salud mental y física era cada vez más impagable. Gracias por compartir este blog, tus herramientas y metodología.